Por: Lourdes Cedeño.
Las relaciones
públicas son una actividad relativamente joven y poco explotada en nuestro
medio y muchas veces suele ser mal interpretada por los públicos que pueden
considerar poco éticos los medios a través de los cuales los relacionistas
intentan persuadirlos para crear una imagen mental de cierta empresa, producto
o servicio.
Lo cierto es que
esta actividad está ligada fuertemente a la práctica ética y de valores, sin
embargo esto depende en gran medida de la filosofía que predique cada
profesional. Pero para el relacionista público es muy importante la aplicación
de la ética en su campo laboral pues de esta depende su éxito personal y por su
puesto el de la empresa que represente.
Al ser la imagen
y la voz de la empresa, el relacionista público debe tener muy presente que su
forma de actuar y de manejar las actividades de una organización va a afectar
directamente a la percepción que tienen los públicos de esta. Es así que el
profesional en relaciones públicas debe estar consciente de su influencia en las
masas y de los mensajes que trasmite, cuya repercusión puede elevar o destruir
la imagen de una empresa.
Para todo
profesional, en cualquier ámbito la ética debe ser una prioridad, pues nos
ayuda a diferenciar lo correcto de lo incorrecto; así pues, para el
relacionista público este concepto adquiere mucho más valor debido a su
relación casi directa con los públicos que en un aspecto más amplio es la
sociedad en sí, es decir, el relacionista tiene un gran poder de convencimiento
el cual debe ser usado correctamente y no para beneficio de ciertos sectores.
Antes que
profesionales somos seres humanos y en este sentido la práctica ética es una
marca distintiva de nuestro proceder y de cómo nos relacionamos con los demás,
por ende en el ámbito laboral la ética juega un rol decisivo entre ser un
profesional de excelencia o un mediocre con título.
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